Escuchar al investigador Rolando Rensoli es entender por qué la cubanidad traspasa el sentido primario y estricto de nacer en Cuba y comprender el paralelismo de la cultura con el ajiaco establecido por el sabio Fernando Ortiz.
El asunto viene a colación durante el mes de octubre, un período que marca el auge de las celebraciones por la cultura nacional y una fecha dada para enaltecer, rememorar las razones del ser cubano de nacimiento, sentirlo en la sangre, el alma y el espíritu, y “mostrarlo en sentimientos, ideas y actitudes”.
De acuerdo con el estudioso, “no hay fecha que resuma tan bien la Cultura Cubana como el 20 de octubre porque fue la ocasión en que el pueblo de la ciudad de Bayamo entonó las letras del Himno Nacional, La Bayamesa, cantada ‘en la hora más bella y solemne de la Patria’ en palabras de José Martí”.
De modo que el gran debate, encabezado por Fidel Castro 40 años atrás con la presencia de algunos representantes de la intelectualidad cubana como Armando Hart y Abel Prieto, derivó en igual conclusión: no puede ser otro día el de la Cultura Nacional. El 20 de octubre evoca el clamor de lucha, el sabor de victoria y el espíritu independentista del pueblo.
Al decir de Rensoli, ese canto de combate y orgullo sintetiza la cultura cubana y esa urbe nombrada Cuna de la Nacionalidad, devenida la primera capital de la Revolución, es la evidencia de la síntesis que conforma la identidad forjada a lo largo de los siglos desde el Cabo de San Antonio hasta la Punta de Quemados (un poco más al este que la Punta de Maisí).
Esa identidad, explicó el académico, viene manifestada también desde nuestros pueblos originarios nativos americanos hasta los europeos e ingleses, quienes pusieron de sus muy particulares y muchos nutrientes para componer el ajiaco del cual habló Fernando Ortiz, evidente en el mapa genético y el mestizaje de la nación.
Según dijo el estudioso, no es preciso hurgar demasiado para apreciar el legado de las más de dos mil 500 etnias si se dividen en subgrupos que se unieron a las tres presentes en la isla, las 20 importadas por los españoles y aquellos esclavos traídos del resto del Caribe antes de la abolición de las Encomiendas; además de las hispánicas, francesas, árabes, asiáticas y judías.
DIVERSOS ORÍGENES, UN SOLO PUEBLO
Esa variedad descrita por Rensoli, presente en la hamaca, la culinaria, las viviendas rústicas vernáculas en los campos y otras muchas expresiones, fue la misma que refirió Ortiz cuando habló de ajiaco y no, por ejemplo, de una ensalada mixta.
Aunque en principio risible por el empleo del vocablo, el estudioso argumentó lo oportuno del término escogido con toda intención pues se refiere a la mezcla y la cocción sistemática de todos esos ingredientes puestos en una cazuela abierta y hechos a fuego lento para obtener un caldo sustancioso y no a la simple colocación de los elementos sin lograr su integración.
El vicepresidente de la Comisión Aponte de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, conversó de la hispanidad presente en la danza, música, literatura y las diversas manifestaciones artísticas, y citó al investigador Miguel Barnet para aludir a las raíces vigentes del África Subsahariana que le hicieron considerar el alma de Cuba indiscutiblemente africana.
Ortiz, etnólogo y antropólogo, bautizado como el Tercer Descubridor de Cuba, profundizó con detenimiento en tal aspecto y resaltó la influencia cultural advertida en los alimentos, el vocabulario, la verbosidad (…) y esa reacción social que es el choteo, pero sobre todo en tres manifestaciones de la cubanidad; el arte, la religión y el tono de la emotividad colectiva.
Pero tal fortaleza no tuvo el reconocimiento merecido, al menos en un tiempo. Rensoli aseguró que, pese a su fuerte presencia tras la conquista y su emigración forzosa, sus aportes fueron invisibilizados durante mucho tiempo por cuestiones racistas.
Hoy les hace frente el Programa Nacional contra el Racismo y la Discriminación Racial, resultado de la voluntad política a partir del triunfo revolucionario.
“No somos un país multiétnico, sino de diversos orígenes étnicos constituido en un solo pueblo y etnia nación con sus particulares hábitos, costumbres, arte, religiosidad popular y tradiciones”, sentenció.
Para afianzar tal argumento evocó la figura del Padre de la Patria, Carlos Manuel de Céspedes: hombre blanco, antiesclavista, criollo, que llamó ciudadanos a sus esclavos y los instó a la lucha; y nombró a la Madre de la Patria, Mariana Grajales: parda, descendiente de esas raíces africanas.
El profesor indicó la presencia de otros mártires como el criollo negro José Antonio Aponte, precursor de las guerras por la independencia de Cuba y el criollo blanco Félix Varela, el primero que nos enseñó en pensar; al igual que contrastó a Antonio Maceo y a José Martí.
En la actualidad avalamos con nuestra historia y cultura ese ajiaco que por un lado tiene el danzón de Matanzas, la Tumba Francesa y la Primada de Cuba de Guantánamo, el son y la trova de Santiago de Cuba, la tonada de Pinar del Río y Sancti Spíritus, y otras tantas expresiones artísticas y culturales, auténticas de cada una de las provincias que conforman esta isla, expresó.
La cultura cubana nació con los componentes de todos los grupos étnicos y nacionalidades del ajiaco que somos. Por eso debemos pensarla desde la diversidad, como ese caldo bien condimentado que nos compone de un resfriado y nos anima el alma.