teatro América

¿Sabía usted que las presentaciones de Lola Flores en el América, batieron todos los récords de entrada en la historia de ese teatro? ¿Qué las presentaciones en ese espacio de la actriz y cantante argentina Libertad Lamarque paralizaron en tráfico en la Calzada de Galiano, con la intervención policial consiguiente?

Si desconoce esos detalles es posible que ignore entonces que en enero de 1943 se formaron colas enormes en el portal y en los alrededores del establecimiento, a fin de adquirir el boleto para asistir al estreno en Cuba de Casablanca, ese filme de culto protagonizado por Humphrey Bogart e Ingrid Bergman. ¿Sabe que la vedette Josephine Baker fue la única artista que logró mantenerse en el escenario del América durante cinco semanas consecutivas, con dos funciones diarias, de lunes a sábado y una más los domingos, y que se despidió exhausta por el titánico esfuerzo?

Ahora diré lo mejor. Al igual en el viejo Teatro de la Ópera de París, en los sótanos del América habita un fantasma. No son pocos los actores, tramoyistas y técnicos que creen oír, provenientes de los subterráneos de la instalación, arias de ópera y lamentos angustiosos, como si el personaje creado por Gaspar Lercox arrastrara por los subsuelos del América las cadenas de su eterna desesperación.

Esos lamentos se han oído durante décadas, con exactitud desde el 22 de noviembre de 1943, fecha que marca un hito de leyenda en el devenir del espectáculo en Cuba. Ese día tuvo lugar una función que combinó en la puesta elementos del teatro y el cine en la pantalla del América, el estreno mundial, a las diez de la noche de El fantasma de la ópera, con Claude Rains interpretando ese personaje, mientras que una hora antes, técnicos del coliseo y del Circuito CMQ conjuntaban esfuerzos para llevar país, en un empeño nunca acometido, el concierto que precedería a la exhibición de la película y que, en trasmisión simultánea y por control remoto, se escucharía en La Habana a través de la CMQ y la COCO, por la CMHQ, en Santa Clara, la CMJL, en Camagüey, la CMKU, de Santiago. Fue una gala en la que quedaron fuera más de los que pudieron entrar.

La farándula pasa

La cuadra de Galiano entre Neptuno y Concordia, donde se ubica el teatro América, marca un hito en el pasar de la farándula y el espectáculo habaneros. En 1899 se instaló allí el teatro Cuba, frecuentado por el generalato independentista, que en los años iniciales del siglo XX ofreció gustadas temporadas de teatro vernáculo y obras de marcado sabor patriótico. Quebró y el edificio fue arrendado por los hermanos Anckermann que dieron al teatro el nombre de El Molino Rojo. Sus comienzos fueron muy modestos, pero pronto pudo llevar a escena obras picarescas, exclusivas para hombres solos –el llamado género sicalíptico- en clara competencia con el teatro Alhambra, de Consulado y Virtudes.

Evolucionó con los años El Molino Rojo para dar entrada en su programa a la zarzuela criolla y la exhibición de películas cortas en los intermedios. Imitadores, acróbatas, magos y artistas circenses cubanos y foráneos se presentaron en su escenario donde no faltaron topes de lucha libre y peleas de boxeo.

Avanzaba la segunda década del siglo XX y El Molino Rojo iba de más a menos hasta que sus empresarios, animados por otros intereses, cerraron sus puertas. Siguió en el mismo local El Teatro Cubano con la presentación de obras Arquímedes Pous con música de Jaime Prats. Y casi enseguida lo sucedió el teatro Regina, propiedad de Clemente Vázquez Bello, presidente del Senado de la República y cabeza del Partido Liberal, figura muy cercana a Gerardo Machado. Se inauguró en 23 de septiembre de 1927 y la flor y nata del régimen machadita se hizo presente en la ceremonia en la que Regina, la esposa del propietario, bautizó el teatro con clásica botella de champán.

En el Regina Rita Montaner estrenó Mamá Inés y Siboney, dos éxitos imbatibles de la música cubana.

Radio Cine

Con la presentación de Imperio Argentina y capacidad para 2 000 espectadores, abría sus puertas Radio Cine, el 24 de noviembre de 1936. Poco después Pedro Valcarce, su empresario, que administraba asimismo los cines Payret, Rialto y Campoamor se asocia con Rodríguez Cintras, que impulsa la construcción del rascacielos de la Calzada de Galiano, obra de los arquitectos Fernando Martínez Campos y Pascual de Rojas, inmueble que recuerda –se dice- el Rockefeller Center, de Nueva York.

El edificio estaba rodeado de salas cinematográficas de mayor o menor cuantía: Neptuno, Encanto, Rialto, Alcázar, Verdum, Majestic, Fausto, Prado, Lara, Payret, Niza, Montecarlo, Capitolio…

Sin embargo, La Habana precisaba de un teatro de mayor categoría que fuera emblemático de la ciudad moderna. Surge así la idea de Rodríguez Cintras de añadir a la obra, en la planta baja, al lado de Radio Cine, lo que sería el cine-teatro América, con 1 775 lunetas, solo superado entonces por el propio Radio Cine, el Teatro Nacional y el Teatro Auditórium. Valcarce arrendaría el nuevo espacio cinematográfico.

El teatro América, al igual que el edificio, se inauguró el 29 de marzo de 1941, con el estreno de El cielo y tú, producción de la Warner Bros con dirección de Anatole Litvak, y Betty Davis y Charles Boyer en los protagónicos. Otras películas que, por esos días, atrajeron numeroso público, fueron El gran dictador, El ladrón de Bagdad, La carta trágica, Su último refugio…

El primer show o variedad que tuvo por escenario el América estuvo a cargo de Pedro Vargas en la semana del 22 al 29 de noviembre de 1941. En enero del año siguiente se estrenó en ese coliseo la primera película hablada en español, Mi amor eres tú, con Paulina Singerman.  Y el lunes 26 de octubre se presenta la primera película cubana, Romance musical, producida por CMQ, con dirección de Ernesto Caparrós y las actuaciones de Normita Suárez, Minin Bujones, América Crespo, Otto Sirgo…El 21 de septiembre de 1942 se inauguraba la cafetería-restaurante.

Cambios

Un buen día Radio Cine pasó a ser el cine Jigüe. Y el 25 de mayo de 2002 se instaló en ese espacio la Casa de la Música Habana, mientras que el América prosigue su rumbo como el gran teatro que fue y sigue siendo.

Fuente: El teatro América y su entorno mágico, de Pedro Urbezo.