Vilma Espín, por su cuna y educación, tal vez pudo haber sido una prominente tecnóloga, o gran artista o deportista, pero eligió desde muy temprano el camino difícil y azaroso de la lucha por la libertad y la justicia social, y con ese aval los cubanos la consideran viva hoy, a 14 años de su fallecimiento, el 18 de junio de 2007.
Y es bueno recordar que a pesar de su condición de descollante combatiente del Llano y la Sierra en la lucha contra la dictadura de Fulgencio Batista, que la llevó a integrar las filas del Ejército Rebelde, también pudo ejercer por un tiempo la profesión de ingeniera química, titulada en la Universidad de Oriente, junto con las tareas iniciales como presidenta de la Federación de Mujeres Cubanas (FMC), organización femenina sin precedentes creada en 1960.
Con 77 años en el momento de su desaparición física, debido a una enfermedad, había nacido el siete de abril de 1930 con el nombre de Vilma Lucila Espín Guillois, en la oriental ciudad de Santiago de Cuba.
Quien es todavía en la historia Presidenta de Honor de la FMC, nunca dejó de ser la sencilla mujer también llamada por sus coterráneas simplemente Vilma, por la empatía establecida entre ella y sus congéneres.
Ellas conocieron su estirpe guerrera y sentían las mieles de su trato y métodos persuasivos en la búsqueda de la inclusión de las mujeres a una vida activa y plena, con todos los derechos, sin ser rivales ni enemigos de sus compañeros de brega. Juntos todos contra la discriminación y la inequidad.
Un manantial de amor y respeto parecía emanar de forma constante Vilma Espín, con firmeza y gran fuerza ejecutoria y de voluntad, llamando a todas a retarse a sí mismas ante las dificultades. Por eso pudo recibir amor y respeto inmensos.
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Una juventud intrépida tuvo Vilma, más conocida en su madurez por su serena y armoniosa impronta. Fue la legendaria Deborah de la lucha clandestina o la multifacética guerrillera del II Frente Oriental Frank País, que combatía, ayudaba en la logística y daba clases a los soldados.
Protagonizó múltiples acciones heroicas en manifestaciones estudiantiles en calles de su natal Santiago, organizando acciones del Movimiento 26 de Julio, junto a su jefe, Frank País. Era desde esos tiempos adolescentes y juveniles una heroína indiscutible.
Haber vivido la niñez y juventud en su ciudad natal junto a sus padres, influyó mucho en su vida futura, pues provenía de una familia que inculcó en ella amor por el estudio, la cultura, el deporte y valores cívicos y patrióticos.
El golpe de Estado dado por Fulgencio Batista el 10 de marzo de 1952 robusteció su conciencia política, cuando ya era desde 1948 estudiante de la Casa de Estudios oriental.
Cuando se produjo, el 26 de Julio de 1953, el asalto al Cuartel Moncada, en Santiago, y al “Carlos Manuel de Céspedes”, en Bayamo, dirigidos por Fidel Castro Ruz, y se desató una sangrienta represión, el hogar de la combativa y solidaria Vilma dio refugio a Severino Rosell y desde allí ella aseguró la ayuda a otros asaltantes perseguidos.
Los lazos de colaboración entre ella y Frank País, líder de los revolucionarios del Oriente, se hicieron desde entonces indestructibles y la joven pasó a militar en las organizaciones fundadas por él en la lucha contra la dictadura batistiana, como el M-26-7.
Seguía en el centro de la lucha clandestina cuando, a mediados de los años 50, graduada ya como ingeniera química, fue a pasar un curso de postgrado en Estados Unidos.
En cumplimiento de orientaciones de la Dirección del Movimiento 26 de julio a su retorno a Cuba pasó por México en breve escala, a fin de reunirse con Fidel Castro, quien le dio instrucciones y mensajes que hizo llegar a los revolucionarios del país.
Participó en los preparativos del alzamiento armado de Santiago de Cuba el 30 de noviembre de 1956, en apoyo al desembarco de los expedicionarios del yate Granma, que ocurrió bajo las órdenes de Frank.
La audaz acción, aunque no exitosa para los revolucionarios, estremeció a Santiago, por el coraje de los jóvenes y la represión cruenta de la tiranía, y la casa de Vilma se convirtió en cuartel general del movimiento.
Ella debió asumir cada vez más responsabilidades políticas y militares dentro del movimiento, tras el asesinato de Frank País en 1957, y ya en junio de 1958 su vida estaba en serio peligro en su ciudad.
La opción a seguir fue sumarse al Ejército Rebelde, en junio de 1958, fuerza guerrillera a la que ella y Frank País daban respaldo total, organizando el suministro de armas y medicinas desde su región.
Con el triunfo de la Revolución y al presidir la Federación de Mujeres Cubanas, fundada a instancias de Fidel el 23 de agosto de 1960, su vida y quehacer tomaron nuevas vertientes, enriquecedoras para ella y la vida de la sociedad cubana, no solo para las congéneres.
Como integrante del Comité Central del Partido Comunista de Cuba desde su fundación en 1965, y luego como miembro del Buró Político, continuó trabajando con denuedo. Dentro del Parlamento encabezó la Comisión Nacional de Prevención y Atención Social, y la Comisión de la Niñez, la Juventud y la igualdad de derechos de la Mujer.
Hoy, cubanas y cubanos enarbolan invictos las banderas de lucha por la equidad de géneros, contra la violencia hacia mujeres, niños y niñas, la atención a la familia en sus múltiples manifestaciones y en su integralidad.
También, el respeto y la atención a los mayores, a los padres, a los vulnerables, con el convencimiento de que todo empezó a transitar por los caminos más ciertos y esperanzadores con la obra de Vilma Espín, al frente de la FMC.