Fidel es un pueblo, un movimiento, es una fe y una fuerza. En su nombre, el homenaje se desprende de lo esperado, de todos los rituales, y surge desde el centro mismo de la gente, allí donde la Revolución nace y se nutre de la épica cotidiana, de lo más puro, de los agradecimientos individuales que hacen el empuje colectivo.
Fidel es una energía, e irradia. Afortunada Isla que lo tiene y que lo invoca, que no debe esperar una fecha señalada para decir «yo soy él», y que en él se mira siempre que las circunstancias parecen demasiado; Fidel no creía en valladares. Fidel es un camino.