El almanaque marcaba jueves primero de enero de 1959. Sobre las cinco de la madrugada, por Radio Rebelde que estaba en ese momento en Palma Soriano, Fidel dictó a los jefes de columnas las órdenes precisas para no detener el fuego ante la traición de Eulogio Cantillo: el tirano Fulgencio Batista había huido y se gestaba una componenda en la capital para frustrar el triunfo revolucionario con una junta cívico militar.
El Comandante en Jefe llamó a la huelga general revolucionaria para evitar el golpe militar a la lucha del pueblo y se reunió en El Escandel con el coronel José María Rego Rubido para pactar la rendición de las fuerzas del cuartel Moncada ante el joven comandante Raúl Castro Ruz. La ciudad indómita esa vez sí vería entrar a sus nuevos mambises, esa vez sí había triunfado la Revolución. La estrategia y las acciones de Fidel en ese día de muchas decisiones importantes para frustrar los intereses de la embajada estadunidense en Cuba y los defensores de la dictadura, demostraron la altura del líder político y militar del Ejército Rebelde.
Fue un día de muchas emociones y agitaciones, y mientras Fidel daba los pasos precisos para consolidar el triunfo, el pueblo que amanecía con la noticia de la fuga del dictador celebraba el inicio del año de la libertad.
Raúl, el joven que el 26 de julio de 1953 había participado en las acciones del Moncada, con la toma del Palacio de Justicia, sería quien regresara a la triste fortaleza para coronar el triunfo de los vivos y los muertos en la lucha. Poco después, entraría Fidel –y para siempre– en Santiago.
A las once de la noche aproximadamente llegó el Comandante en Jefe al Parque Céspedes, y desde allí se dirigió al pueblo, en un discurso que ha quedado para la historia y donde aseguró que la Revolución comenzaba ahora y que sería una empresa llena de peligros. Pero la belleza de la victoria de todos, de la obra que vendría después, era superior a cualquier otro obstáculo. Fidel y sus barbudos, los valientes del llano y todos los colaboradores, habían demostrado que no había imposibles cuando se lucha por un ideal. Esa sería la fe en la victoria que acompañaría para siempre la Revolución.
La patria, que estaba en los textos, en los atisbos de los poetas, en la pasión de los fundadores, súbitamente encarnó con una hermosura terrible, avasalladora, el 1ero de enero de 1959. La teníamos delante de los ojos, viva en hombres inmediatos e increíbles que habían realizado en las montañas y en los llanos aquello que estaba profetizado, lo que fue el sueño de tantos héroes, la obsesión de tantos solitarios.[1]
El pueblo cubano supo levantarse, defender y construir el futuro. La Revolución Cubana fue -y es- la inspiración para otras tierras del continente y abanderada de las causas justas en el mundo, la que había demostrado en ese momento que el pueblo podía vencer en la lucha armada sin el apoyo del Ejército nacional, incluso contra ese Ejército respaldado por el imperialismo. Se cristalizaban los anhelos de mambises, de los revolucionario del 30, de todos los que una y otra vez habían soñado la patria soberana sin poder vivirla.
José Martí se consolidaba entonces como el paradigma de lucha, no solo como el amoroso poeta defensor de la libertad, sino como el guía para la unidad latinoamericana, para eliminar el racismo y cualquier forma de esclavismo, el guía para la justicia, y sobre todo: para la verdadera independencia que en Cuba va indisolublemente ligada al carácter antimperialista de nuestra Revolución. Se reivindicaron nuestros próceres, nuestras mujeres valerosas, nuestras madres sufridas, los hijos caídos en tanto bregar, nuestra Historia. Parecía que de un golpe llegó todo el primero de enero, aunque en realidad la lucha de tantos años había preparado a nuestro pueblo… por eso supo defender la tremenda victoria.
Comenzaban entonces otros combates; pero desde entonces el devenir tiene raíz, coherencia, identidad. La sangre ha sido aceptada, el sol de los vivos y los muertos brilla exigente en el centro de todo. “Y todo lo que parecía imposible, fue posible.”[2]
Fue posible
Desde el discurso del 1 de enero en el Parque Céspedes, Fidel ratificó lo que había sido esencia del Programa del Moncada, de la Historia me Absolverá: la ayuda al pueblo, una Revolución de humildes, una patria para el pueblo integrado por los olvidados de siempre. Por eso aquella noche de victoria inolvidable en Santiago, expresó que el mejor lugar donde quería vivir era en la Sierra Maestra y que por un sentimiento muy profundo, de gratitud, no olvidarían a nuestros campesinos de allí, y que tan pronto tuviera un momento libre iría a ver dónde construirles la primera ciudad escolar, con cabida para 20 mil niños. Y así fue.
El 1ero de enero de 1960, hace 65 años, salía Fidel en un tren rumbo a la entonces provincia de Oriente, para subir al Pico Turquino con 390 jóvenes de las milicias universitarias José Antonio Echeverría. Fue una recorrido inolvidable por los escenarios de la guerra, al cual Fidel expresó a la prensa que iba para renovar energías. El entonces Primer Ministro del Gobierno Revolucionario, llevó a los jóvenes hasta El Caney de Las Mercedes, donde se construía la Ciudad Escolar Camilo Cienfuegos, un centro inmenso y hermoso para los niños de la Sierra.
Desde 1959, la Reforma Agraria, las otras primeras leyes de la Revolución en beneficio de los humildes, las nacionalizaciones, marcaban el camino de la Revolución que un año más tarde, a punto de enfrentar una agresión armada, se declaró oficialmente socialista y el pueblo la apoyó con los fusiles en alto. Pocos días después, vencería a los mercenarios en Playa Girón el 19 de abril de 1961, una derrota que todavía hoy no perdona el imperialismo yanqui, como tampoco olvida la valentía del pueblo para enfrentar la Crisis de Octubre en 1962.
Un pueblo que se alfabetizó en un año, vencedor de agresiones y sabotajes, que ganó la lucha contra bandidos; y ha tenido en las Fuerzas Armadas Revolucionarias y el Ministerio del Interior, en las milicias, en los Comités de cada cuadra, en todas las organizaciones de masas, su mayor y más blindada defensa. Así lo expresó Raúl el 2 de enero de 1979, en su discurso en la Revista Militar XX Aniversario del Triunfo de la Revolución, en Plaza de la Revolución José Martí:
A los veinte años del triunfo de nuestra Revolución podemos decirle a nuestro Comandante en Jefe que la patria socialista tiene en las FAR al brazo armado de la clase obrera en el poder, y un escudo sobre el cual puede escribirse este pensamiento de José Martí, definidor de la voluntad de todo nuestro pueblo: «Antes que cejar en el empeño de hacer libre y próspera a la patria, primero se unirá el mar del Sur al mar del Norte y nacerá una serpiente de un huevo de águila». ¡Viva el XX Aniversario del triunfo de la Revolución! ¡Viva el marxismo-leninismo! ¡Viva Fidel! ¡Patria o Muerte!
Cada provincia de Cuba por más sesenta años ha sido escenario de momentos y discursos históricos, como el de aquel 1ero de enero de 1989, en Santiago de Cuba:
Aquellos que sueñan con que la Revolución podrá ser alguna vez batida, se engañan; aquellos que sueñan tales desvaríos ignoran que esta Revolución, que es la continuación de la historia de nuestra patria, su etapa más alta –pudiéramos decir-, cumplirá los 40, cumplirá los 50, cumplirá los 60 y cumplirá los 100 años, y muchos más años, de eso no tenemos dudas.
Hace exactamente un año, el General de Ejército expresó en la misma ciudad indómita, cuando celebramos 65 años del triunfo:
Fieles a sus enseñanzas y a su ejemplo, ¡aquí estamos!, y desde la heroica Santiago de Cuba ratificamos que nos mantenemos con el pie en el estribo y listos para la carga al machete, junto al pueblo y como un combatiente más, contra el enemigo y nuestros propios errores, seguros de que siempre retumbará en esta tierra el grito mambí: ¡Viva Cuba libre!
Por eso, cuidando la unidad, la esencia de la obra de los humildes, la de las muchachas hermosas combatientes como Celia, Haydee, Vilma, Melba y tantas otras; cuidando de sus ancianos y pequeños, esta patria deberá seguir adelante consciente de lo que representa su ejemplo y su accionar para las ideas revolucionarias del mundo en el contexto que se vive hoy. Una Revolución que no tiene imposibles porque nació venciendo y deberá avanzar acompañada de sus héroes, fiel a su Historia; y tendrá que seguir batallando contra el imperialismo en todas sus facetas o variantes, o dejará de ser libre. Y todo será, con la certeza de que venceremos, en cualquier circunstancia… seguros que como dijera Fidel, está por saberse qué dificultad no podremos vencer, y está por saberse qué es imposible para este pueblo y para la Revolución.
Referencias
[1] Cintio Vitier: Ese sol del mundo moral, Centro de Estudios Martianos, La Habana, 2015, p. 212.
[2] Cintio Vitier: Ese sol del mundo moral, Centro de Estudios Martianos, La Habana, 2015, p. 214.