Cada Primero de Mayo, Cuba protagoniza una marcha que desborda calles de todo el país, especialmente la Plaza de la Revolución José Martí, en La Habana. No es un acto ritual: es una expresión contundente de resistencia y voluntad colectiva. En este 2025, la conmemoración del Día Internacional de los Trabajadores se convierte en un acto de reafirmación, en un momento especialmente complejo, cuando el pueblo cubano sigue enfrentando serias presiones económicas, políticas y sociales.
Este desfile se celebra cuando se cumplen 25 años del conocido Concepto de Revolución formulado por Fidel Castro el 1ro de mayo de 2000, una guía ética y política que hoy tiene una vigencia extraordinaria. En ese histórico discurso, Fidel convocó a luchar con “sentido del momento histórico”, a “emanciparnos por nosotros mismos y con nuestros propios esfuerzos”, a no esperar milagros, sino construir la justicia con el empeño colectivo. Ese legado, que es también un compromiso, guía la marcha de los trabajadores cubanos en este Primero de Mayo.
El llamado del presidente Miguel Díaz-Canel Bermúdez lo explicita: “Está llegando el Primero de Mayo, Día Internacional del Trabajo, en homenaje a los que producen y sostienen la vida.” Esa es precisamente la esencia: rendir tributo a quienes, con su esfuerzo cotidiano, mantienen viva la nación, aún en condiciones extremadamente adversas.
Celebrar al trabajador cubano es celebrar también la capacidad de resistir sin claudicar, de crear sin rendirse.
Hace más de tres décadas, tras la desaparición del campo socialista europeo, las celebraciones masivas del Primero de Mayo se redujeron en gran parte del mundo. Pero en Cuba se mantuvieron, firmes y combativas. Se puede afirmar que, incluso en los momentos de mayor escasez, jamás se dejó de levantar las banderas del Socialismo. Esa perseverancia ha sido reconocida y admirada por amigos y pueblos del mundo que cada año acuden a compartir esta fecha.
Delegaciones de múltiples países han querido vivir esta experiencia, ser testigos de la alegría, la fuerza y la claridad política con que un pequeño país enfrenta enormes desafíos. No vienen a ver una puesta en escena, sino a compartir una verdad vivida: un pueblo que celebra sus derechos conquistados, incluso en medio de las peores crisis. Un pueblo que no oculta sus errores, pero que también exige con energía corregirlos, en un proceso de transformación constante.
La Revolución empoderó a la clase trabajadora desde 1959 y ese empoderamiento se hizo doctrina al declarar a Cuba como el primer Estado Socialista del hemisferio occidental. No se trata solo de historia; se trata de presente y de futuro. Hoy, como entonces, desfilamos para celebrar que el poder sigue en manos del pueblo, y que ni el bloqueo ni las dificultades internas han logrado apagar esa convicción.
Vivimos días duros, sin dudas. Como afirma Díaz-Canel, los vientos huracanados del poder imperial arrecian con más fuerza que nunca. Pero no estamos de pie porque nuestros enemigos lo permitan. Estamos de pie porque el pueblo cubano lo ha decidido. Porque seguimos resistiendo, creando, soñando. Porque el Primero de Mayo no es una fecha más: es un acto de confianza y esperanza.
Marchemos, entonces, con una inspiración especial. Marchemos con Fidel en la memoria y en la acción. Por nuestra unidad, por nuestra independencia, por nuestros sueños de justicia. Contra el bloqueo, contra el fascismo que amenaza a muchos pueblos, contra el genocidio en Gaza y todos los genocidios silenciosos provocados por la desigualdad global. Marchemos por ese mundo mejor posible que Cuba defiende y merece.